Traductor: SilentDrummer
Corrector: Radak
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Capítulo
1 - Amiga Mía, Estás Muerta
Yao
Si sentía que últimamente había algo mal con ella. Antes solía dormir como un
tronco, así que ni el rugido de los truenos podía afectar su sueño. Pero
extrañamente, este último par de días no pudo conciliar el sueño y lo que era
más extraño era que se sentía llena de energía y con mucho ánimo a pesar de las
noches en vela.
Su
espalda ya no le dolía, sus piernas ya no se sentían débiles e incluso la
menstruación que la había molestado por años dejó de visitarla. Podía subir
diez tramos de escaleras en un respiro sin esfuerzo alguno.
Su
dieta era todavía más mágica. Durante toda su vida solía amar comer chile, pero
ahora su estómago tenía retortijones de tan solo ver su color rojo brillante.
Al
principio, pensó que solo era debilidad estomacal y de bazo provocado por su
insomnio, pero conforme pasó el tiempo, se dio cuenta de que no era tan simple.
No era solo chile lo que ya no podía soportar su estómago. Había perdido el
apetito por comida como si tuviera anorexia. La comida sabía como si estuviera
tan seca como el polvo en su boca, ocultando su sabor original. Había, sin
embargo, una excepción. Era algo a lo que nunca antes le dio siquiera un
vistazo y mucho menos consumirlo… Sangre cuajada de pato.
—Oye
chica, has estado mirando mi sangre de pato por media hora, ¿la comprarás o no?
—¡¿Eh?!
—Yao si quedó estupefacta, sus ojos estaban pegados a la sustancia roja en el
puesto y era incapaz de volver en sí—. ¿Comprarla… o no?
—¿Por
qué tienes que dudar? Si quieres comerla, entonces cómprala —El dueño saltaba
ante toda posible oportunidad de hacer negocio y comenzó a promocionar sus
productos con una pasión ardiente—. Hermana, debo decir que tienes buen gusto.
Mi sangre de pato es la mejor en todo el mercado, tan solo mira este color, no
puedes comprarla en otro lado. Es deliciosa cuando la haces gelatina[1].
—¿En
serio?
—Por
supuesto, toda la sangre es fresca y fue recolectada de los patos degollados
hoy.
—En
verdad es… Bastante fresca, jajaja…
Además olía tan delicioso.
—Dos
dólares por medio kilo, barato y accesible.
—Sí.
Olía tan bien, tan bien, tan bien.
—Esta
oportunidad viene y va, mi sangre cuajada de pato tiene mucha demanda. Si
hubieras venido en la tarde, ya no quedaría nada —El dueño levantó un pedazo de
sangre cuajada de pato y la pesó en sus manos mientras decía—, te lo prometo,
una vez que la pruebes, regresarás por más.[2]
—¿En
serio?
—¿Qué
tal un kilogramo, hermana?
—Pero
—Los labios de Sisi se curvaron hacia abajo—. … ¡Soy alérgica a la sangre de
pato!
—…
¿Eh?
El
dueño se quedó aturdido. La sangre cuajada de pato en su mano se deslizó y cayó
al agua, salpicando el rostro de Yao Si.
—Chica,
¿estás jugando conmigo? Si eres alérgica a la sangre de pato entonces, ¿por qué
estuviste parada aquí por tanto tiempo? —Ya que no podía vender nada, el dueño
se atragantó por el enojo.
—¡Tampoco
quiero estarlo! —Tan solo pensar en ello llenaba a Yao Si con pesar—. No he
comido ni dormido por una docena de días. No puedo comer nada y solo deseo
esto.
—Chica,
¿estás tratando de burlarte? —Era claro que el dueño no estaba complacido—. No
te ves como si no hubieras dormido por una docena de días.
Obviamente
no, ella se veía como si estuviera llena de energía. Además, ¿cómo iba a tener
la fuerza para estar aquí parada después de no comer nada por tanto tiempo?
—¿Qué
te parece si buscas algo más?
—Lo
digo en serio —Yao Si todavía no podía controlarse y sus ojos estaban atorados
en la sangre de pato en el agua—. Olí su fragancia estando a tres cuadras de
aquí.
—¿Cómo
va a ser posible desde tan lejos? Haciendo eso a un lado, tú ni siquiera eres
un… —La voz del dueño bajó de repente como si hubiera recordado algo. Sus ojos
se ampliaron cuando la escaneó de pies a cabeza. Algo destelló en sus ojos y
cambió inmediatamente sus palabras—. Hermana, tengo algo todavía más fresco
dentro del cuarto. Quizá no seas alérgica a ello una vez que lo pruebes. ¿Por
qué no entras conmigo?[3]
—¿De
verdad?
¿Había sangre de pato que puede
combatir alergias?
—Pasa
—dijo el dueño y caminó al cuarto de atrás. Allí, giró y le hizo señas para que
se acerque.
Yao
Si lo siguió al interior. Justo cuando entraba al cuarto, el dueño cerró las
cortinas, formando un espacio cerrado. El cuarto que antes era brillante se
oscureció en menos de un segundo, aislando el ruido del mercado afuera.
El
corazón de Yao Si latió fuertemente y miró tímidamente al dueño quien se hizo muy
afectuoso hacia ella.
—Hermano,
no tienes un trabajo alterno como traficante de humanos, ¿o sí?
Esto
no podía ser otro incidente de tráfico de órganos. La felicidad en el rostro
del dueño se hizo pedazos y sus labios palpitaron con un tic.
—¿Qué
tonterías te están pasando por la cabeza, hermana? No soy una mala persona —La
miró con un poco de descontento, sin poder entender sus sospechas. Caminó a la
derecha del cuarto, agarró una taza y echó en ella lo que quedaba dentro de un
contenedor intrincado que estaba cerca. Luego le dio la taza a ella.
—Ten,
hermana, prueba esto.
—¿Qué
es?
Yao
Si extendió su mano y agarró la taza. Estaba medio llena, conteniendo un
líquido rojo vivo que todavía no se solidificaba. Era deslumbrante y brillante
como un rubí, y un fuerte olor a sangre la saludó, recobrando sus sentidos
estancados. Saliva se acumuló en su boca e incluso su estómago comenzó a
resonar con gruñidos.
Huele tan bien…
Yao
Si no pudo resistirlo y tomó todo de un trago. El líquido oloroso se sintió
sedoso conforme rozaba contra su lengua, calmando sus papilas gustativas. Ella
fue robada por el dejo brillante. Era más placentero que un festín de Malatang[4] e
incluso sus dientes comenzaron a picarle mientras algo bajaba por la esquina de
sus labios.
—Justo
como pensé… —El dueño dejó salir un suspiro profundo.
Esto
finalmente hizo que Yao Si despertara del regusto divino y se dio cuenta de que
había tomado una taza completa de sangre cruda y que todavía quería otra taza.
Misteriosamente, ni siquiera se sintió asqueada, lo que era más que confuso.
Viendo
la expresión conmocionada en el rostro del dueño, bajó la taza, tosió un poco,
y preguntó:
—Oye
jefe, esta sangre de pato anti-alergias no está tan mal. ¿Cuánto cuesta un
kilogramo? Dame cinco kilos.
—Hermana…
—El dueño no se movió ni una pulgada, sus ojos de repente se tornaron
compasivos como si no supiera cómo empezar—. ¿Dijiste que no has comido ni
dormido por semanas?
—Sip.
—Yao Si asintió. ¿Tenía esto algo que ver con comprar sangre de pato?
—¿No
sientes como si hubiera algo mal con tu cuerpo?
—Un
poco.
Para
ser honestos, ella ya había visitado el hospital para una revisión completa. Lo
hizo tres veces, pero todo parecía estar bien. Incluso los doctores no podían
creer que ella en verdad no había dormido ni comido por un periodo tan largo de
tiempo y le dieron silenciosamente una tarjeta de presentación de algún
psiquiatra.
—¿Sabes
por qué estás así?
—No
—Yao Si sacudió la cabeza, luego miró a la persona misteriosa—. Jefe, aunque la
sangre de pato anti-alergias cueste cuatro dólares por medio kilo, la compraré.
—No
voy a subir el precio —El dueño la miró irritado—. ¿No quieres saber qué es lo
que te está pasando?
—¡Por
supuesto! —Pero ni siquiera el hospital
pudo diagnosticarme—. ¿Quiere decir que lo sabe? —preguntó ella
casualmente.
—Espera.
El
dueño miró alrededor con sospecha, luego se acercó y cerró las cortinas aún más
antes de regresar con un rostro serio:
—Hermana,
quiero preguntarte, ¿te has encontrado con algo fuera de lo ordinario en las
últimas semanas? —preguntó.
—¿A
qué se refiere con algo fuera de lo ordinario…?
—¿Como
ser mordida o herida?
Yao
Si sacudió la cabeza vigorosamente. Sería imposible para una persona hogareña
como ella ser herida.
—¿Te
buscó algún extraño?
—Solo
el repartidor del restaurante y el tipo que hace entregas.
—¿Y
qué hay de sueños? ¿Has tenido sueños extraños? ¿O algo que no puedas recordar?
—Soñé
que gané cinco millones en la lotería, ¿eso cuenta?
—…
El
dueño se quedó sin palabras. Al final, dejó escapar un suspiro, murmurando en
voz baja.
—A
quién le importa, probablemente fue un accidente. No es sorpresa en un momento tan turbulento como este…
Su
expresión se llenó con todavía más compasión. Si la mirada que le dio antes
podía compararse a la de una persona mirando a un niño perdido, entonces esta
sería la mirada para un niño huérfano.
Yao
Si se sintió nerviosa bajo su mirada, aunque en verdad era una huérfana.
—Jefe,
tan solo dilo, ¿por favor? ¿Qué es lo que me pasa?
El
dueño se tranquilizó. Sacó un par de sillas desde un lado, señalándole para que
se siente. Después, con su ceño fruncido, le dijo la verdad.
—Hermana,
estás muerta.
—…
¡Mierda!